CAPÍTULO 28. La familia que sana y un reto mas de salud.

La recuperación de Pablo tomó dos largos años, hasta el 2014 Pablito fue monitoreado por su médico internista, endocrinólogo, médico deportivo, biólogo, nutricionista. Así como por un neurólogo y con quien hacía terapias de gimnasia cerebral, volvimos también, a las terapias de lenguaje y terapias cognitivas que hacía cuando era un niño, ya que muchos de estos procesos que habíamos ganado en años de trabajo sufrieron de una regresión, y había que fortalecer estas áreas también en un trabajo integral.

Inicialmente su atención por los especialistas era cada mes, luego se distanciaron a cada 4 meses. Aún hoy su salud sigue siendo monitoreado cada año y sigue un tratamiento de por vida para la regulación de la tiroides.

La experiencia de la crisis de Pablo tocó en nosotros fibras muy profundas, sin embargo durante esos años tan duros nunca nos sentimos solos, Dios siempre nos acompañó, así como fiel creyente y devota del Cristo de los Milagros de mi pueblo, La Grita, en el estado Táchira nos daba la fuerza para seguir indagando, buscando hasta encontrar los médicos  idóneos que ayudaron a  nuestro Pablito

Sobran razones para estar agradecidos en ese proceso de absoluta tristeza, la solidaridad y apoyo de la familia, de sus tías, tíos y madrinas, de nuestras amigas tan cercanas a mi vida y de mis compañeras de trabajo, y como no, de sus entrenadores, quienes más que tener ese rol eran y siguen siendo sus mejores amigos, tan cercanos a nuestra vida ya que crecieron junto a nuestros hijos, tanto así que los consideramos parte de la familia, como nuestros hijos adoptivos, ellos estuvieron allí, a pie del cañón, visitandolo, animando, y luego ayudándolo a incorporarse nuevamente a las actividades que Pablito ama. Cada uno desde su campo ayudaba en atenderle y proporcionarle momentos de alegría. En la piscina por ejemplo, único sitio donde veíamos que el rostro de Pablo se transformaba y se animaba, Jaime le brindó este espacio y lo reafirma cuando dice: “Me enorgullece haber estado junto a Pablo y una vez más verlo ser un luchador de vida durante su crisis de salud. Poder estar con él en un momento así, transmitirle fuerza emocional, alegrías y transmitirle con un abrazo la seguridad de su recuperación me llenaba de esperanza. Yo sabía que en su memoria estaba el amor con el que vino al mundo, ese mismo amor que él había experimentado durante todos sus años de vida. Yo sabía que cuando Pablo tenía tres años, había sembrado la certeza de que si podía y su pasión por el agua no se podía apagar, por ello estaba convencido que en el agua él se podía reconocer y sentir que podía salir adelante.”

En el gimnasio su entrenador Guillermo Baptista con un gran amor y paciencia trabajaba con Pablito rutinas suaves que le permitieran ir recuperando la energía pérdida. 

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Su profesor de música Marcos también extendió su ayuda y continuo presente para animarlo y estimularlo a través de los ritmos que eran sus preferidos. 

Sobre formas de ayuda muy particulares para Pablo, menciono a su compadre, amigo y entrenador, Amancio y Andreína su esposa, una presencia constante, su amor y solidaridad abrazo a Pablo en este proceso, a Eduardo Mengual con su ayuda a través de la oración y su presencia espiritualidad le proporcionaban a pablo paz y tranquilidad, tambien a Gerardo Este nos cuenta “Cuando Pablo estaba recuperándose del desajuste tiroideo que había sufrido, los entrenadores de Natación, sus amigos, tomamos la decisión de invitarlo a una discoteca y como terapia funcionó muy bien, Pablo puede afirmarlo!!. Recuerdo que cuando estábamos haciendo la fila para entrar, los porteros no le pidieron la cédula. Yo insistí entre bromas que lo hicieran, pero él se defendió con fuerza, alegando que era mayor de edad, y que no se la podían pedir!! efectivamente entramos, allí pasamos una noche full divertida, lo vimos alegre y desenvuelto y con su picardía de siempre nos tenia felices, sabíamos que era una cuestión de tiempo verlo nuevamente activo, contento y recuperado totalmente” 

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Néstor Chirinos agrega “Haber participado en la recuperación de Pablito fue algo muy bonito. En esa crisis sentía que más que amigos, éramos hermanos unidos con un solo fin, tratar de estimularlo a mejorarse, era muy duro verlo tan decaído, fue un trabajo de familia que resistió y con la fe puesta dieron la batalla, gracias a Dios y a él mismo, porque en su interior él quería mejorar y salir de ese letargo. Así fue, el mejoró y volvió a ser esa persona alegre y cautivadora desde su inocencia, que se levanta todos los días con el pie derecho y que tiene una palabra de aliento para cada uno del grupo que somos sus amigos.”

Mirando en retrospectiva esos años, viendo ya desde lejos la angustia, el desconocimiento y la impotencia que trajeron consigo la enfermedad de Pablo, y después de consultar a dieciocho doctores, uno tras otro en búsqueda de ayuda, creemos que acercamos más a Dios nos ayudó a tener esperanzas, a no rendirnos. Nos crecimos en fe, pero también en conciencia. Aprendimos a estar aún más alerta a la salud de Pablo sin ser aprensivos, a brindarle paz, tranquilidad sin la presión de las exigencias que requerían un entrenamiento constante, a respetar sus espacios y su ritmo, a comprender sus silencios, sus dolores, sus angustias, su necesidad de espacio, sus miedos y temores que aparecieron como arte de magia, de la nada, como el miedo a la oscuridad, o a subir y bajar una escaleras.

Después de dos años donde sentimos que lo perdíamos ante algo que no conocíamos y que los médicos no reconocian, no nos quedó más opción sino entender que quizás todavia había mucho que aprender y priorizar y que lo más importante era su recuperación, volver a sentir su presencia cálida, su ternura, su alegría, su humor y risa, sus cuidados hacia nosotros, su manera de ser, tan presente y alerta, de hecho, es él quien está pendiente de protegernos y asegurarse por las noches que las puertas de nuestro hogar estén cerradas.

Aún cuando el proceso de recuperación de Pablo avanzaba cada día, la sensación de que volvía a ser él mismo llegó mucho tiempo después. A mitad de camino del 2011 cuando estábamos felices por ver su progresiva recuperación, Pablito vivió otra incidente a superar: en una pequeña escalinata en nuestro hogar, Pablo resbala y cae, fracturandose cuatro huesos del pie izquierdo. Esto amerito hospitalización, cirugía y un proceso de rehabilitación que le requirió terapia y un año para poder caminar con seguridad y firmeza. Pero incluso allí su amor por el agua, fue su aliada, al ser la piscina el escenario perfecto como alternativa para su rehabilitación definitiva.

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