Ya en los años 80 y 90 investigadores publicaban estudios científicos que demostraron las bondades de la música en el desarrollo de los niños, al favorecer la interacción social, estimular el desarrollo del lenguaje, y estimular simultáneamente las áreas creativas y cognitivas del cerebro. Con ésta información en mente rodeamos a Pablo, desde que estaba muy pequeño, de juguetes musicales, el xilófono, acordeón y mientras crecía sumamos el tambor y el teclado, con los cuales el improvisaba sus propios conciertos musicales y se divertía en grande.
Ya un poco más grande ambos niños recibían clases en una academia de música, Pablo de cuatro y Luis Ignacio de teclado, fue cuando tenían 9 años y 6 respectivamente, que decidimos ir un poco más allá. Estábamos conscientes que la música habla un lenguaje que los niños entienden de manera instintiva, independientemente de la condición, así que decidimos descubrir qué instrumento tenía un lenguaje apasionante para ellos así nos acercamos junto a ellos al Centro Integral Yamaha en Maracaibo, un negocio de instrumentos musicales que contaba con una academia. Recuerdo que le pregunté a ambos cuál instrumento les gustaría tener para tocar, Luisito fue rápido, me señaló la guitarra acústica (que todavía reposa en casa de adorno), de parte de Pablo, yo esperaba que me señalará cualquier otro instrumento menos aquel al cual dirigió su dedito, la batería, me pregunto ilusionado: “Mami podría llevarla a casa”. Me quedé sin voz, porque era difícil imaginar a Pablo tocando la batería, coordinando al ritmo de la música, las 4 extremidades con los 7 componentes de este instrumento. Sin embargo, con la decisión que habíamos tomado desde su nacimiento, de mantener la apertura mental, que nos impulsiva a apoyarlo en las inquietudes que él manifestara y en sus voluntad de aprender y crecer autónomamente, primero lo inscribimos en el curso de batería de esa misma academia con el prof Luis Ruge, quien lo inició en el aprendizaje de éste instrumento, luego este profesor se convirtió en el primer fan de Pablo por la atención, la disposición y disciplina con la cual atendía las instrucciones durante la clase, sin ninguna diferencia en adaptación con respecto a quienes como él se iniciaban y recibían sus primeras lecciones.
Poco tiempo después, con el asesoramiento del prof Ruge, el día de su cumpleaño número 10 le dimos la sorpresa de traerle a casa su batería. Ya con la comodidad de la práctica continua en el hogar, comenzaron sus clases personalizadas y Pablito continuó su proceso de aprendizaje por aproximadamente 6 años. Es un tiempo que muchos podrían considerar largo, pero en un niño con Síndrome Down el aprendizaje toma más tiempo, ellos tienen sus propios ritmo, pero sin duda te motivan a acompañarlos por el tremendo esfuerzo y la valentía que imponen al darse la oportunidad de enfrentar un reto, que quienes lo miran desde la distancia consideran imposible para ellos. Sin duda lo que perfeccionaba Pablo no era sólo el manejo de la batería sino también su constancia y perseverancia, era la también la autonomía, de crear en esta interacción con la música, un espacio propio, un momento de expansión, de alegría y encuentro consigo mismo. Recordemos que las primeras lecciones no te llevan a donde quieras ir, pero si te sacan de donde estás y Pablito cada día avanzaba un poco más.
Recordemos que las primeras lecciones no te llevan a donde quieras ir, pero si te sacan de donde estás y Pablito cada día avanzaba un poco más.
Ya a los 18 años, debido a un cambio de residencia de su profesor, Pablo continuó sus estudios de batería en la Fundación Alfredo Sadel, academia que quedaba muy cerca de nuestro hogar y aprovechamos esta circunstancia para trabajar el manejo de su independencia, de este modo en autonomía Pablo iba a sus clases solo. Posteriormente esta fundación cerró por falta de financiamiento de los organismos del estado y la matrícula de los estudiantes activos no cubría los costos para su mantenimiento.
Por un tiempo practico en casa sin ninguna guía, en el año 2010 fue invitado a acompañar en el escenario al profesor y músico Marco Machado en la batería, en la actividad “Un Mundo Para Todos”, programada por los alumnos de la Escuela de Psicología de la Universidad Rafael Urdaneta, en un acto de valentía – aún cuando estaba iniciando su desajuste tiroideo – Pablo aceptó el reto y ambos bateristas improvisaron una pequeña muestra de sus talentos. Esta experiencia le valió a Pablo una beca estudiantil por 6 meses en “La Caja” escuela en la cual siguió formándose y asistiendo a cursos con percusionistas conocidos en el medio que lo estimulaban a continuar.
En el año 2011 es invitado por la Fundación Hospital de Especialidades Pediátricas y de nuevo por los alumnos de la Cátedra Psicología de la Discapacidad de la Universidad Rafael Urdaneta “Guiando al éxito especial” en la actividad dirigida a los niños con cáncer que recibían tratamiento en dicha institución, allí Pablo vuelve a tocar la batería con su profesor Machado y ambos deleitaron a los niños quienes pasaron un rato felices.
Marco Machado, director de La Caja y profesor de Pablo nos refiere: “Han sido 13 años de esfuerzo sostenido, con la idea primaria de acercar los estudios profesionales de batería y percusión a los talentos emergentes Zulianos. Han sido 13 años en los que he visto, gracias a el plan de entrenamiento de la Escuela “La Caja” a los mejores proyectos de la región, todos, haciendo el mayor esfuerzo por alcanzar sus mejores niveles de ejecución y comprensión de la música, desde lo que ella propiamente significa, hasta lo que provee en un proceso de socialización. Dentro de este proyecto recibimos a un grande, luchador y talentoso Pablo Pimentel Méndez, que desde su incorporación a nuestro plan de estudio, da muestras de su incansable tesón, permitiéndole disfrutar en primer orden de los beneficios científicos y espirituales que la música provee, además de los beneficios culturales y sociales para su integración en grupos y proyectos donde su talento como baterista, músico y percusionista es necesario. Es Pablo uno de nuestros preferidos por talentoso, su diversidad de aspectos artísticos, por su personalidad jovial y alegre y a la vez recia en el cumplimiento de todas las obligaciones que arrojan las tareas de entrenamiento de nuestra escuela, lo más exigente de su tipo en Venezuela, pero sobre todo es uno de nuestros preferidos porque siempre está determinado a no detenerse nunca.”
El profesor Machado continuó siendo el guía de Pablo, aún cuando los problemas de salud de miembros de su familia lo ha obligado a suspender las clases privadas, sin embargo hoy continúa siendo el mentor musicalmente de Pablo, siempre atento, siempre presente, siempre en contacto. En algunas ocasiones comparte con su amigo invidente Jefferson Vilchez quien refuerza el trabajo. Cuando tocan forman un cuadro aleccionador, inspirador, que demuestra que no hay barreras para la música tampoco para quién quiere enseñar y mucho menos para quien quiere aprender.
En el 2018 aparece en la serie “Fotos de mis amigos” trabajo del prestigioso fotógrafo Gustavo Bauer, ejecutando la batería acompañado de un poema del poeta Mavarez Fernandez, también conocido como “El Poeta De Veritas”:
"Dios puso en sus manos, para que fueras ejemplo y del tesón eres un ejemplo desde que eras sólo un grano vos creciste con decoro y valentía con razón eres un gran campeón bañado de oro y plata esencia especial maravilla del universo disciplina, trabajo, esfuerzo y un buen oído musical”
Otro hecho importante en su vida como baterista sucedió en ese mismo año y fue la invitación de “Pantallas Producción” a grabar el comercial “Tarjeta de Navidad” para Nuzzo, la marca de calzado con sello venezolano, donde ejecutó los bongos con la orquesta Sinfónica Juvenil – Capítulo Zulia y el conocido cantante de gaita Jaime Indriago en el imponente Teatro Baralt.
Pablo mantiene vivo su amor por la batería , y su ilusión de tocar es la misma que reflejó su mirada la primera vez que vio aquel instrumento en aquella tienda de música.
Se puede sentír la dedicación y la disciplina que aplica en cada ejecución, es conciente y concentrado. Me encuentro maravillado. Me siento orgulloso de él.