Una travesía en mar abierto, fue el evento que reunió a Pablo con su hermano Luis Ignacio, en el IV Campeonato Aguas Abiertas en Ocumare De La Costa, estado Aragua, 2, 3 y 5 kilómetros, eran la distancia en las que competían los participantes
Era la primera vez que se recibía una invitación en la academia de natación Bellas Artes para participar en esta modalidad y por sugerencia de los entrenadores fueron seleccionados algunos atletas del equipo juvenil y máster (donde estaba Luis Ignacio) y Pablo.
Para gran parte de los participantes del Bellas Artes era su primer evento en aguas abiertas y la primera vez que un atleta Síndrome de Down aparecía entre los participantes. Los organizadores del campeonato aceptaron la inscripción de Pablo con el único requisito que la prueba la hiciese con un acompañante, para los efectos fue seleccionado el entrenador Eduardo Mengual, esto por ser una disciplina deportiva considerada de alto riesgo, aun cuando había una excelente logística y el recorrido en el mar estaba señalado por boyas que guiaban a los atletas en su travesía, aun así confieso que ni por un segundo deje de sentir temor, sin embargo respetamos la decisión de Luis y Pablo de compartir esta experiencia juntos.
Así nos comprometimos en organizar el viaje rumbo a Ocumare de la Costa, con un equipo de atletas, entrenadores y padres llenos de alegría por vivir y presenciar este nuevo reto. El viaje fue excelente, así como la Posada donde pasamos tres días disfrutando del pueblo, de la playas y con el resto del equipo.
El dia de la competencia iniciaba como estaba planificado, el equipo se reunió horas antes para hacer estiramientos en la playa y después un rápido calentamiento nadando en el mar, justo antes de posicionarse en el area de partida, madres, padres y entrenadores cubrimos a los atletas con una mezcla de protector solar en la espalda (para evitar quemaduras) y vaselina en las axilas y entrepierna (para evitar daños por el roce y el contacto con arena y sal) así como de crema dental (para ayudar a paliar el contacto con el sal). Pablo (con su amigo y entrenador Eduardo Mengual) y Luis participaron en la prueba de 2 km, fue sorprendente para nosotros presenciar estas competencia, solo divisamos cuerpos en el agua sin poder identificar dónde estaban nuestros hijos, la llegada de cada uno en su momento marcaba un alivio, en palabras de pablo “nadar en mar abierto, da mucho miedo y se reciben muchos golpes en las piernas, te agarran y arañan porque cada nadador quiere avanzar a costa de otro, pero una vez que uno lo enfrenta solo lo impulsa el deseo de terminar la prueba y salir”
En esta competencia el equipo del Bellas Artes logra una gran participación, lo cual abrió la puerta a seguir participando en eventos similares a futuro y Pablito recibió trofeo y medalla al mejor atleta especial dentro de la población con discapacidad motora que también hizo presencia.
Sobre este viaje Gerardo Este (o Poncho como lo llamamos por cariño) entrenador responsable de los atletas en este evento junto con Eduardo Mengual nos comenta: “Después del campeonato cerramos con broche de oro y decidimos pasar la tarde en una playa paradisíaca: La Ensenada del Espejo – muy adecuado el nombre dado lo cristalino de sus aguas y su difícil acceso – solo marinos de la zona conocían los atajos para llegar a ella vía el mar.
Sus padres acordaron que Pablo participará en este paseo de grupo, seguros que Luis su hermano estaría pendiente de él, en realidad fue todo lo contrario, fue Pablo quien nos cuidó, estaba pendiente de todos, nos decía cuidado con esto, cuidado con aquello, nosotros felices pues sabíamos que teníamos al mejor compañero – cuidando también que no abusaramos de la bebidas espirituosas -. Como no quererlo y admirar su valentía? su temple y esfuerzo para medirse con atletas de alto vuelo y destrezas? Pablo es mi modelo de atleta”
Los padres que estábamos allí decidimos no acompañarlos y dejarlos compartir con sus pares y entrenadores, así que ellos salieron en lancha, nosotros nos acercamos en vehículo a la Bahía de Cata, a la hora apuntada nos encontramos en el restaurante de la Posada y entre risas, chistes y bromas disfrutamos de una cena con especies del Caribe que solo un chef local sabría preparar, moluscos y mariscos – la especialidad de la casa – con una polenta criolla. El regreso a Maracaibo nos encontró a todos más relajados, nos llevamos el recuerdo de la costa del Caribe y el paraíso vegetal del parque Henry Pittier.