En su proceso de crecimiento continuamos respondiendo a nuestro rol de padres, sabiendo que las primeros aprendizajes, creencias, valores y percepciones de un niño se forman en el seno de la familia y que estas pesan mucho más que las experiencias de la escuela, los grupos sociales y cualquier otro entorno. Conscientes de las actitudes y prejuicios, que aún hoy prevalecen en la sociedad en relación a la condición de su hermano con síndrome de down, que llegaron a ser parte de la conciencia de Luis Ignacio, quien a sus 5 años, recibía ya de nuestra parte información que le permitiera ver esta condición desde un punto de vista positivo y optimista, tomando en cuenta además que, después de nosotros, Pablo era su modelo, la persona más cercana a él y su interacción es una huella importante en su vida, para lograr la relación de complicidad y amor incondicional que disfrutan todavía hoy.
En esa época Luisito compartió con Pablo actividades recreativas y espacios con intereses comunes, cada uno a su ritmo, dejando que afirmaran y descubrieran desde su propia vivencia la relación que los unía, con base en la aceptación y nutriendo sus almas limpias sin contaminarse de prejuicios y mitos que lamentablemente aún hoy siguen prevaleciendo.
En estos años de su niñez y adolescencia nos centramos en brindar calidad de vida ofreciéndole expansión y vinculandolo a sus primeras experiencias educativas en el Preescolar Takupi, el mismo colegio de Pablo y aun cuando en las primeras semanas le afectó el cambio de ambiente fue la presencia de su hermano quien le ayudó a superarlo y adaptarse, y pronto ya se encontraba socializando y compartiendo con niños de su edad, en un ambiente de alegría color y creatividad, nos enorgullecía su disposición positiva para participar en actividades y actos diversos, adquirir destrezas, iniciar hábitos en sus primeras tareas y aprendizajes.
Esta etapa finalizó, para nuestra alegría, con un acto formal al ser promovido al primer grado. En este punto del camino Luis Ignacio y Pablo tomaron rumbos distintos, era el año 1995 y Luisito continuó su primaria en el Colegio Bellas Artes, uno de los mejores centros educativos de la ciudad de Maracaibo. Escogerlo fue la mejor decisión por el excelente contenido programático, de la mano de excelentes docentes en una formación integral, dirigido a consolidar valores humanísticos, incentivar la investigación y la curiosidad, el arte en todas sus manifestaciones, el deporte y el desarrollo espiritual, en instalaciones con áreas verdes llenas de vida, abiertos a la exploración y el aprendizaje. Allí pasó Luisito sus mejores momentos de convivencia, desarrollando el hábito de la lectura, la inventiva a través de proyectos, con equilibrio entre concursos de poesía y cuentos, práctica del arte y la pintura, práctica del fútbol, ajedrez y natación, esta última la asumió como disciplina deportiva, y 1996 pasó a formar parte del equipo de novatos de la Academia de Natación Bellas Artes (ABA) la misma en la cual Pablo más tarde entraría a ser parte.
Luis continuó la práctica de la natación, ya como atleta federado de alto desempeño, continuo su participación en competencias regionales y nacionales, en el 2005 en Barquisimeto, Estado Lara, Luis alcanzó las marcas requeridas por la Federación Venezolana de Deportes Acuáticos para ser parte de la selección del Estado Zulia en los Juegos Juveniles Nacionales Mérida 2005, realizados en el Complejo Deportivo 5 Águilas Blancas, inaugurado para esta gran ocasión donde se dieron cita los mejores atletas de todas las disciplinas deportivas del país. Ese año se convirtió en uno de los dos estudiantes del colegio BA que lograron ser selección de natación del Estado; también tuvo el mismo logro en la especialidad aguas abiertas. En cada una de sus actividades deportivas le acompañamos siempre atentos de brindarles soporte. Nuestros viajes eran frecuentes; recorrimos miles de kilómetros a lo largo y ancho del país para asistir a estos eventos de natación, literalmente conocimos y disfrutamos de nuestra tierra y de su biodiversidad única, que permite pasar en pocas horas de viaje de un clima de montaña, a un mini desierto para luego llegar a las más bellas playas del caribe.
En esta etapa de su adolescencia tratamos de que fuese lo más armónico para Luis Ignacio como para nosotros, conscientes de los cambios fisiológicos, psicológicos y emocionales (que suceden durante estos años), nos tocó hacer ajustes: su vida social se tornó muy activa a partir de sus 16 años así que fue necesario establecer nuevas normas claras y con mente positiva fuimos cediendo en libertades como salidas y horas de llegadas. Con diálogos abiertos y sinceros y llegando a acuerdos superamos la brecha generacional, respetando sus necesidades y exigentes en cuanto a sus responsabilidades académicas y deportivas así como al tiempo compartido en familia.
Mirando atrás, fueron muchas las vivencias compartidas que han consolidado la bella unión de nuestra familia, aunado a su formación y educación han forjado en nuestro hijo su personalidad y carácter importantes para su futuro y caminos por recorrer.