En su adolescencia nuestro hijo menor se inclinó a una acción social más cercana al mundo de niños con capacidades diferentes, teniendo la oportunidad de elegir cómo ser un agente de cambio, entendió que solo viviendo esta experiencia desde adentro era posible conocer sus mundos y necesidades, en un entorno en el cual la incomprensión, el distanciamiento social y la segregación los alejaba de la posibilidad de llevar vidas plenas. Solo actuando afuera se podía ejercer un cambio y decidió emprender acciones usando sus propias capacidades y destrezas como nadador.
El reconocimiento absoluto de ese gesto se lo lleva la sensibilidad de Luis Ignacio, su nobleza y el eterno abrazo que lo une a su hermano Pablo. Con dos de sus compañeros de colegio y de natación, quisieron brindarle a otros niños esa oportunidad de expansión, que tanto él como Pablo tenían al enamorarse del agua.
Tomaron de manera voluntaria la decisión de aprovechar la apertura del proyecto “Creatividad y Acción Social “, incluido en el programa de su último año de bachillerato en el Colegio Bellas Artes, Luisito y sus compañeros Alexander Velazco y Marco González, presentaron una propuesta ante el plantel para cumplir con este actividad, el cual consistía en abrir un espacio en la piscina y destinarlo a la práctica de la natación de niños con necesidades especiales, como forma de desarrollar los beneficios físicos y emocionales que trae consigo esta práctica deportiva. Al recibir la aprobación de la dirección del colegio y tener el visto bueno de la junta directiva de la academia y tras un esfuerzo de promoción se abrieron las clases los sábados en la mañana.
De esta manera se da inicio al proyecto, lográndose en forma inmediata una excelente proyección hacia la comunidad diversa que asistió a estas clases: niños con síndrome de down, autistas, discapacidad intelectual, parálisis cerebral, etc.. construyeron una sinergia que se tradujo en una significativa apertura desde la tolerancia y aceptación. Los niños, perteneciente a un estrato socioeconómicos bajo, acudían con sus padres rompiendo ambos con sus miedos y viviendo esta aventura con libertad, Luis, Alex y Marcos fueron una presencia positiva, alentadora y motivadora, como también un aprendizaje significativo para sus mentes jóvenes, abiertos y conectados con los mejores sentimientos a una vivencia que en la medida que se difundió se fueron incorporando más de 40 niños. A esta iniciativa se sumaron los entrenadores de natación Jaime Viloria y Amancio Gutiérrez y con el soporte de ellos se hizo posible que las siguientes cohortes de alumnos del quinto año continuarán la actividad, con la misma conciencia y dándole la bienvenida a estos niños por muchos años más, nosotros como familia seguimos apoyandolos, fuimos invitados como padres por Jaime para promocionar y estimular a los jóven alumnos y mantener activo el programa.
Un efecto mariposa que se expandió y que nos enorgullece decir que lo promovió e inició nuestro hijo, sensibilizado por su propia experiencia en ese respeto por su hermano y su vida. Antes de su ingreso a la Universidad Del Zulia, en los meses de espera empezó a trabajar en las clases privadas para niños con capacidades diversas con el profesor Jaime Viloria, en relación a esta experiencia el prof nos refiere:
” Vi crecer a Luis Ignacio, no solo por mi relación con la familia, sino también alrededor de él como docente y durante las vacaciones antes de entrar a la universidad, Luis trabajó como mi asistente en las clases de natación a niños con capacidades diversas (autistas, parálisis cerebral, síndrome de down, entre otras). Durante ese tiempo recuerdo haber reafirmado lo que ya sabía de él; siempre iba dos pasos más adelante del resto, pero además con las cualidades especiales que tiene, me maravillaba su sensibilidad, su humildad sin poses, su forma natural de comunicarse con los niños quienes no oponían resistencia, dejándose llevar de sus manos, con paciencia, atención y cuidado, haciendo la clase divertida. Entendí que este entrenamiento emocional lo adquirió a través de su relación con Pablo y de cómo se han enseñado y nutrido mutuamente, dando las herramientas para transitar su vida con una inteligencia extraordinaria. Incluso para sobrellevar el dolor que sintió como lo pude comprobar, durante la crisis de salud de Pablo. Se que esa fortaleza de espíritu se la debe a su núcleo familiar que conforman una simbiosis bellísima. Que hoy sea uno de los jóvenes que vi crecer siempre cercano a mi vida me hace sentir afortunado y orgulloso de sus avances de vida de manera integral”.
Este abrazo aún perdura en una relación, que sana, que fluye y acorta distancias, desde el respeto, la confianza y el sentido de responsabilidad. Con independencia y viviendo su rol de hermanos como aliados, compañeros y cómplices, construyendo cada uno sus propios espacios y sus vidas con un proyecto personal. Cada uno en lo suyo, sintiendo el cariño que los une, acompañándose de un sentimiento de amor, de apoyo y de lealtad y aceptación incondicional.