CAPITULO 44. Carta a Luis Ignacio.

Querido hijo, una vez más esta es una oportunidad estupenda para corroborar que nosotros, los padres, no lo sabemos todo. No sabemos, por ejemplo, qué palabras podrían describir en su justa dimensión todo lo que significas para nosotros, si sabemos con certeza que la ciencia está errada al decir que un corazón puede latir fuera del cuerpo minutos, máximo algunas horas cuando los nuestros llevan latiendo extracorpo 32 años. 

Después de verte crecer durante todos estos años hasta convertirte en un pilar fundamental para nosotros ¿Cómo no creer que atestiguar tu vida de cerca nos haces los espectadores más afortunados de la tierra después de reconocer tu esencia y tu nobleza? ¿Cómo no habría de crecer, intacto y fuerte como un roble, nuestro orgullo y respeto por ti? Si fueses despejado, hoy mismo, de los reconocimientos y etiquetas que el mundo cree importantes sería imposible negarte que ahora que te encuentras expandiendo tus horizontes lejos de nuestro hogar, te tenemos presente en cada momento, porque aún continúas llenando nuestra vida; te recordamos, nos reímos de tus anécdotas, andanzas,viajes y logros con la misma intensidad que admiramos tu madurez para construir tu vida, tu capacidad para tomar decisiones con la mente libre, como bastión de fortaleza y coraje. De cualquier manera hijo, no queremos llenarte esta carta de preguntas, sino de historias. Tu dices que no eres hábil anclando recuerdos en tu memoria, por eso nosotros decidimos soplar y levantar el polvo de tu olvido sobre algunas vivencias que nos llenan los ojos de lágrimas y que te tienen de protagonista, para señalarte momentos en el tiempo en los cuales casi nos estalla el alma de orgullo, y en los que dejamos sordo al universo entero dándole gracias por el regalo que recibimos aquel 29 de Enero de 1988 a las 2:30 de la tarde.

Nos referimos, por ejemplo, aquella vez en la Grita, estado Táchira, siendo apenas un niño, estabas conmigo, tu mamá, en una farmacia donde otra madre preguntaba por una medicina para su bebé en brazos, al saber el costo concluía desolada que no podría comprarla: su dinero no alcanzaba. Aquella escena tan triste se repitió en la segunda farmacia cuando volvimos a coincidir con ella y fue entonces cuando le pedí al vendedor darle el medicamento y que yo me encargaría del costo en el momento en que tu pegado a mi pierna me miraste y me diste las gracias por ayudar a la señora; ese gesto me conmovió en lo profundo y con lágrimas en los ojos fui testigo de tus sentimientos de empatía y bondad que aún hoy desprendes. 

Más adelante el profesor de natación del colegio Bellas Artes: Jaime Viloria nos contó sobre una ocasión en la cual él daba una charla de sensibilización en tu salón de clases, cursabas 4to grado, hablaba sobre la realidad de los niños en condiciones diferentes, resaltaba los retos que estos enfrentaban y el esfuerzo doble que requerían para obtener cada pequeña oportunidad y el difícil camino que les tocaba cruzar en la vida. El grupo de niños dispersos y entretenidos con la siguiente travesura frente a él tú fuiste junto con uno o dos niños más que lo escuchaban con atención mientras hablaba, él vio lo conmovido que estabas al punto de nublarse tus ojos. Fue ese mismo profesor de la infancia, que en tu adolescencia fuiste su asistente en la atención a niños autistas. Fue a Amancio, hoy tu compadre a quien remplazaste como responsable del equipo de atletas de natación síndrome de down del Estado Zulia en un campeonato de natación en Caracas, viajaste con ellos, fuiste su representante, delegado y entrenado. 

Fue por ti que Pio, a quién conociste desde tu niñez por su humilde trabajo como heladero frente a tu colegio Bellas Artes, vino a nuestra casa explicando que quería le diéramos un permiso especial: su hija deseaba conocer, finalmente, al muchacho cuyos libros y cuadernos le permitieron cursar el bachillerato con mejores recursos, nos enteramos así que al final de cada año escolar tu le entregabas todos tus materiales escolares a Pio para su hija.

Fuiste tú quién nos siguió dando muestras de tu solidez y madurez cuando a las dos semanas de haberte regalado un auto en tu cumpleaño 16 nos devolviste las llaves alegando que tu lista de amigos se había expandido durante esos 14 días y mejor esperarías obtener el permiso legal de manejo para usarlo sin problemas.

Recordamos aquella noche de navidad en la cual, junto a Andreita empacaste la cena navideña para un hombre en situación de calle que mendigaba a pocas cuadras de nuestra casa. Era ingeniero nos contaste, porque ambos tuvieron el genuino interés de ir más allá y saber un poco más sobre su vida, hasta que el alcoholismo lo dejó sin hogar Fuiste tú quien le confesaste a tu padre lo que sentiste cuando hacías tu primera maqueta que te exigió tu preparación de maestría en el Politécnico en Milán, era la primera vez que no estaba él allí para apoyarte.

Cómo podríamos explicarte cuanto nos emociona Luisito que aún cuando eres reservado, protector de tus aventuras amorosas y conquistas tengas esa complicidad con Pablo que te hace confesarle tus flechazos. Cuanto nos conmueve que tu y Pablo se amen de esa manera incondicional, furiosa, vivaz, que no conoce distancias hasta el punto que hagas partícipe a tus amigos italianos de la vida de tu hermano y Pablito reciba esas manifestaciones de afecto con emoción porque sabe que están conectados contigo. Como Pablo te menciona a cada momento y ante toda clase de situaciones, cuando ve una película italiana, cuando asegura que habla italiano y para probarlo dice “pronto”, “buona notte, “espagueti” cuando interrumpe una de nuestras típicas charlas durante las comidas y de súbito alza el vaso o taza de café invitándonos a brindar por ti trayéndote a la mesa por un instante y emocionandonos a todos, conscientes que aún cuando no estás en presencia física sí en nuestro corazón, en cada acción, en cada decisión. ¿Como olvidar y no agradecer tu atención, tu apoyo, tu preocupación constante por nuestra vida, salud, bienestar físico y emocional en estos tiempos tan difíciles y agudizados por esta pandemia que nos abraza globalmente y poder seguir adelante viviendo nuestro otoño ajustando nuestro diario vivir agradecidos? ¿Cómo explicarte lo que significa para nosotros que seas parte de equipos que alzan en el mundo el tipo de obras arquitectónicas que le contarán a las generaciones futuras, que en nuestro tiempo también hubo sensibilidad, arte, belleza y que incluso tras reponernos de heridas la arquitectura se impone frente a las cicatrices de nuestras ciudades para empezar de nuevo? 

Nos enorgullece tu vocación y pasión desde que decidiste ser arquitecto y conocer tanto como pudieras, para nutrirte de nuevas perspectivas, y que desde tu eclecticismo te permite identificarte como ciudadano del mundo.

Aún hoy Luisito tienes la misma mirada de cuando eras tan solo un niño. Esos ojos apacibles, esa calidez que ha crecido en fuerza interior que mueve la seguridad en ti mismo y te sostiene fiel a los valores y principios que te hacen ser la persona que inspira confianza, lealtad y amistad, solidaridad, valores que sostienen lo verdadero de un ser humano.

Aún hoy florecen en nosotros toda la ternura, el amor y la fuerza emocional que cultivaste en nuestra vida con tu maravillosa presencia desde el día en que viniste a justificar por segunda vez nuestra humilde y orgullosa existencia, y si tu y Pablo, son el único legado que dejamos en la tierra nos iremos satisfechos, y si pertenecemos entre nosotros es la única propiedad que tenemos hijo, somos los seres más afortunados y ricos del universo. 

Siempre será un regalo haberte concebido, verte crecer, desarrollarte y encontrar en la belleza de tu ser y la ternura de tu alma una razón para vivir.

Te amamos infinito.

Gracias por escogernos como tus padres.

Lascia un commento

Il tuo indirizzo email non sarà pubblicato. I campi obbligatori sono contrassegnati *