CAPITULO 09. Una ventana hacia afuera. El proceso educativo.

Dos años después de haber recibido a Pablo quisimos ampliar nuestra familia, y en 1987 salí nuevamente embarazada. Se presentaron dificultades cuando un conato de aborto amenazó el proceso de gestación, entonces el embarazo fue diagnosticado como un embarazo de alto riesgo con la recomendación de un reposo absoluto. 

En los siguientes siete meses me acompañaron los buenos libros, la música, la solidaridad de la familia, las amigas incondicionales y la presencia permanente de Pablo, llenando de armonía y paz el ambiente. Hoy visto de manera retrospectiva, nos lleva a identificar a Pablo como una influencia positiva sobre ese pequeño ser que estaba en gestación, al cual hoy vemos como un adulto emocionalmente preparado para asumir retos, con un gusto apreciable por las artes, la arquitectura y el deporte (particularmente la natación). Su nacimiento marcó indudablemente un nuevo rumbo y un nuevo ritmo en nuestra dinámica familiar, si bien ambos trabajábamos, yo continuaba en el postgrado iniciando mi tesis de grado, el amor por nuestros hijos nos mantuvo incansables y energizados para atender al bebé Luis Ignacio, y continuar con el trabajo de estimulación de Pablo.

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Al finalizar Pablo su paso por el Centro de Desarrollo Infantil siguieron las terapias privadas y el ingreso al preescolar “Takupi”, marcando un hito en la ciudad de Maracaibo, fue uno de los primeros niños especiales incluido en el sistema educativo convencional. Está experiencia fue muy rica para todos al encontrarnos con una directiva y un grupo de jóvenes maestras sensibilizadas y acompañadas por un psicólogo escolar que, junto al desarrollo de Pablo en atender ordenes, buenos hábitos, atención y concentración, permitieron que su proceso de adaptación, integración y socialización fuese muy positivo.

Durante aquellos años en el preescolar continuó su aprendizaje, empezando con la enseñanza de formas geométricas básicas, los colores primarios y secundarios, y la diferencia en los tamaños de las objetos, relacionarse con ejercicios pre-matemáticos y a conocer la posición espacial de los objetos, paralelamente se trabajaba en adquirir destrezas a través de juegos, ejercitar su motricidad, este proceso estaba marcado por pequeños grandes triunfos, lograr manejar actividades primarias como el uso de la tijera (que requiere utilizar la presión trípode para poder sostenerla con el dedo pulgar y el dedo medio, usando el dedo índice como apoyo) o el hecho de poder colocar un lápiz entre el dedo índice y pulgar; esta acción, por más sencilla y natural que parezca, le tomó a Pablo cerca de un año dominarla, después de incontables horas de ejercicios para mejorar su motricidad fina. Estos pequeños adelantos que para niños sin problemas de hipotonia resultan sencillos, para un niño Down son el producto de un trabajo de paciencia y esfuerzo.

Su paso por el preescolar le permitió iniciarse en la escritura y en el pensamiento lógico creemos que lo que más ayudó a pablo en ese proceso era el hecho de que aprendía haciendo y descubriendo por sí mismo. Sus maestras respetaban su ritmo de aprendizaje sin apresurarlo, de tal modo, su permanencia en el preescolar se prolongó por dos años más de lo convencional.

Esta experiencia se vio fortalecida por el ingreso de su hermano Luis Ignacio al preescolar, permitiéndoles compartir experiencias comunes fuera del ambiente del hogar, de hecho fue Pablo, consciente de su rol de hermano mayor y su comprensión y paciencia innata, ayudó a Luis en su proceso de adaptación, ante el llanto del pequeño hermano y su resistencia cada mañana a la entrada del colegio la presencia de Pablo hizo que Luisito se sintiera acompañado y facilitó su transición inicial en esta etapa; más adelante se invertirán los roles y sería Luis Ignacio quién lo protegía, ante su pureza y frescura, a defenderse. En esta dinámica compartían recreos, se divertían en cumpleaños de compañeros de sala y los diferentes actos colegiales, celebraciones y ceremonias de fin de curso totalmente integrados y Pablo como un niño más.

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Ambos terminaron esta primera aventura educativa con el acto de graduación en el Teatro Bellas Artes. En este acto hicimos entrega de una placa de reconocimiento al colegio por la apertura y el aporte a la inclusión en la ciudad. Con esta experiencia positiva vinieron otros niños y encontraron una puerta abierta para vivir sus primeras experiencias educativa entre iguales.

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